Los principales factores que influyen en la salinidad y sodicidad del suelo pueden agruparse de la siguiente manera:
La fuente principal de las sales que se acumulan en el suelo de regadío son las disueltas en el agua de riego. Por ello se debe conocer, de forma detallada, la concentración de sales en el agua que se utiliza para riego ya que esta concentración condiciona el manejo del mismo. Un manejo correcto del riego puede reducir la salinidad y el posible efecto tóxico de estas sales. Ligado a esto, un bombeo excesivo de agua en pozos cercanos al mar puede producir una intrusión salina que saliniza las aguas de riego
La aridez climática se ve reflejada por una baja pluviometría en combinación con una elevada evapotranspiración. Estas condiciones se dan en los climas áridos y semiáridos, donde se localizan la mayoría de los problemas de salinidad en los suelos. En estos climas se juntan, por un lado, la escasez de lluvia que obliga a apoyar los cultivos con regadío aportando así más sales al suelo y, por otro, la reducción del efecto de lavado y de dilución de las posibles sales en los periodos de lluvia. Por otro lado, la elevada evapotranspiración concentra más las sales en la solución del suelo. Además, la propia sequedad de estos tipos de clima hace más acusada la respuesta del cultivo a la salinidad. De forma general, los cultivos en climas húmedos y frescos toleran mejor la salinidad. Más concretamente, en la Comunidad Valenciana, se pueden encontrar zonas de clima semiárido en las tres provincias (Castellón, Valencia, Alicante), pero es en el sur donde las condiciones de mayor aridez conllevan unos problemas de salinidad del suelo mas importantes (figura 1).
Figura 1. Distribución espacial de la aridez climática en la Comunidad Valenciana.
El nivel freático afecta de forma doble a la salinidad del suelo ya que, además de impedir el lavado y la eliminación del exceso de sales aplicadas en el cultivo, también puede facilitar el ascenso capilar de las sales disueltas en el nivel freático. Generalmente, estas condiciones se dan en zonas bajas próximas al mar, cauces de río, marjales, lagunas y otras masas de agua. En la Comunidad Valenciana son las marjales del Prat de Cabanes, Almenara-Chilches, Puig-Puçol, Albufera de Valencia, Xeresa-Xeraco, Pego-Oliva, Hondo de Elche, y también la Vega Baja del río Segura en Alicante (figura 2), las zonas en las que el nivel freático elevado afecta de forma importante a la salinidad de los suelos
Figura 2. Distribución espacial del nivel freático (m) de la Comunidad Valenciana.
El tipo de suelo.
Los suelos con una buena porosidad facilitan la infiltración, el flujo de agua y el lavado de sales. Por el contrario, suelos con escasa porosidad, sellados y/o compactados ralentizan el flujo de agua y la percolación de ésta. Estas condiciones hacen que se reduzca el movimiento y lixiviación de las sales y se favorezca su acumulación. Por lo tanto, los suelos de textura arcillosa con escaso contenido de materia orgánica, compactados por el laboreo, son los que muestran una mayor tendencia a la salinización. En la siguiente foto (figura 3) se muestra un perfil de suelo salinizado. Por el contrario, suelos arenosos en los que el movimiento del agua a través del perfil es rápido, facilitan el lavado de las sales hacia horizontes profundos del suelo lejos de la zona radicular del cultivo.
Figura 3: Fluvisol sálico.
Foto tomada de: Congreso Eurosoil, 2008. Guía de campo. "Soil and Landscape
associations in the Sopron-Neusiedler See region (Hungria)".
Factores topográficos de forma.
La topografía del terreno es otro factor que influye de forma importante en la acumulación de las sales en el suelo. En las depresiones topográficas el nivel freático no sólo suele encontrarse más elevado sino que suele presentar una concentración de sales mayor que en posiciones fisiográficas más elevadas. Esto es consecuencia del proceso de acumulación de las sales que provienen de la disolución, lixiviación y transporte de materiales de zonas más elevadas, como se indica en la figura 4. Si estas depresiones topográficas coinciden en proximidad con masas de agua salada como son las lagunas endorréicas o el mismo mar, el acuífero asociado a esta masa salina puede aportar sales a través de la inter-fase con el acuífero continental (agua dulce). En épocas de lluvias escasas y/o nivel del mar elevado, el acuífero marino puede llegar a ocupar una parte importante del espacio ocupado por el acuífero continental y dar lugar al desarrollo de saladares, con niveles de salinidad incompatibles con los cultivos.
Figura 4. Esquema del flujo sub-superficial del agua en un relieve topográfico próximo al mar.
Este factor es muy importante ya que el lavado y la evacuación de las sales por lixiviación es la forma de evitar que las sales se acumulen en el perfil del suelo, cerca de la zona radicular de los cultivos. Por ello, los suelos con drenajes limitados o impedidos pueden llegar a salinizarse aunque el agua de riego sea poco salina. Se hace necesario, por tanto, que el exceso de sales aportadas en el agua de riego y/o en los fertilizantes sea lavado y exportado por lixiviación de forma que se evite la acumulación de las mismas en la zona radicular. Un buen sistema de drenajes (figuras 5 y 6) deberá actuar de dos formas: i) favoreciendo el flujo continuo de agua fuera de la zona radicular, ii) evitando que el ascenso del nivel freático alcance la zona radicular y provoque asfixia radicular o aportes de sales desde horizontes profundos.
Figura 5: Mismo campo de alcachofas, una parte con drenajes instalados (izquierda) en comparación con otra parte sin drenajes (derecha), y regados con un agua moderadamente salina (CE = 2.5 dS/m)
Figura 6: Drenajes instalados en cultivos de naranjos en la zona de la marjal de Almenara (Castellón)
Tras el manejo del drenaje, el manejo del riego es el arma principal de lucha contra la acumulación de sales en el suelo. Un manejo adecuado del riego, que considere un exceso de agua de riego según la fracción de lavado, facilita el lavado de las sales del suelo hacia profundidades alejadas de la zona radicular.
El sistema de riego por goteo, dada su alta frecuencia, mantiene el suelo de la zona radicular a una humedad prácticamente constante y próxima a la capacidad de campo y, a la vez, facilita el lavado de sales hacia el límite del bulbo de humedad (figura 7, izq.). En el caso de sistemas de riego a manta o por surcos se suele proporcionar un mayor exceso de agua para facilitar el lavado de sales hacia capas profundas del suelo (figura 7, dcha.). Sin embargo, en estos sistemas de riego por superficie, los largos periodos en los que no se aplica el riego favorecen el stress hídrico del cultivo y la concentración de las sales en la solución del suelo de la zona radicular.
Figura 7. Esquema de distribución de sales en el suelo para un riego por goteo y para un riego a manta.
EEn las siguientes fotografías (figura 8) se puede observar la acumulación de sales en la superficie, para el caso de un riego por goteo (izda.) y por surcos (dcha.). En el riego por goteo, las sales se acumulan en anillos concéntricos respecto a la ubicación del gotero. En el riego por surcos, las sales se acumulan preferentemente en las bandas del caballón. En ambos casos, la mayor zona de acumulación de sales es aquélla donde llega el nivel del agua cuando se riega.
Figura 8. Vista cenital de la distribución de sales en el suelo para un riego por goteo y un riego por surcos.